A raíz del Coronavirus COVID-19, en el mundo se determinó que reduciendo las reuniones presenciales se minimizaba la dispersión del virus y la iglesia se vió abocada a las carreras de hacer sus servicios virtuales. De un momento a otro, cientos de iglesias debieron debutar en plataformas que nunca quisieron usar ya sea por desinterés, falta de información o porque sus pastores pensaban que “si empezaban la transmisión de los servicios online, verían disminuidos el recaudo de sus diezmos”. Nada más lejos de la realidad, pues si bien, algunos podrían dejar de hacer presencia física, se llegará a nuevos espacios y podrían llegar nuevos donantes. Y muchas otras se demorarán en hacer transmisiones en línea o nunca lo harán por no avanzar al ritmo de las nuevas generaciones y ser efectivas en impactarlas.