¿Así o Más?
Una historia sobre aceptar lo mínimo, y recibir lo máximo
Hay días en los que todo parece una cadena de errores. Reservé un hostal para mi llegada a Ciudad de México, sin darme cuenta de que era exclusivo para mujeres. Perdí la noche. Sin quejarme, simplemente busqué otro lugar. Me dirigí al Hotel del Parque México Boutique.
Ahí me asignaron la habitación 104: pequeña, ajustada, con el tubo para colgar la ropa encima del fregadero. Acepté. No era lo ideal, pero era suficiente. No protesté, no negocié, no exigí. Acepté lo mínimo, con gratitud.
Esa noche debía dirigir un devocional a las 4:00 a.m., hora México. Estaba agotado. Pero algo dentro de mí me decía: “Hazlo. No porque te toca, sino porque lo prometiste.” Así fue. Me bañé, me preparé, me conecté con el equipo. Compartí durante 20 minutos. No fue perfecto, pero fue fiel.
Dormí poco. Salí a caminar por el parque. Al volver, el recepcionista me detuvo:
“Señor, el gerente desea ofrecerle una mejora de habitación. Queremos compensar la incomodidad.”
Acepté con humildad. Me subieron a la 201. Una suite amplia, con sala, cocina, comedor y un baño cómodo. Pensé: «Esto ya es un regalo.» Pero luego vino la sorpresa:
“¿Desea ver la 301? Es aún más grande. Es la mejor del hotel. Mismo precio. Solo queremos que se sienta bien atendido.”
Entré. Era otra dimensión. Espacios separados, sillas para leer, mesa para escribir, ventanas amplias frente al parque. Era como si el hotel hubiera sido diseñado para esta etapa de mi vida.
Ahí me quebranté. Literalmente.
Recordé una frase que mi esposa me dijo una vez:
“Cómpralo. Te lo mereces.”
No sé qué era, pero sí sé lo que significó: que alguien que siempre vela por ti, te diga: te lo mereces, tiene un peso que ninguna oferta puede superar.
Y esa frase volvió hoy, con otra voz.
La voz de Dios, no como juez, sino como Padre.
“Te lo mereces.”
No por lo que vales, sino por lo que entregaste.
No por lo que haces, sino por lo que soltaste.
Porque aceptar la 104 sin queja no es resignación, es madurez.
Porque caminar a las 4:00 a.m. para cumplir un llamado no es sacrificio, es fidelidad.
Porque cuando aprendes a obedecer sin negociar, Dios se encarga de rediseñar tus recompensas.
Y entonces llegó la pregunta:
¿Así o más?
Yo mismo la dije en voz baja, como quien no sabe si pedir más. Y sentí una respuesta en el alma:
“Depende. ¿Quién te patrocina?”
Y ahí me quedé en silencio.
Porque si Dios es quien firma el cheque, quien reserva la habitación, quien diseña la vista… entonces todos mis planes son pequeños, comparados con sus sorpresas.
Lecciones para empresarios, líderes, emprendedores:
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Acepta lo mínimo con integridad, pero no limites tu fe al tamaño de tu habitación actual.
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La verdadera promoción no viene del reclamo, sino de la fidelidad en lo pequeño.
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A veces Dios no te da lo que quieres… porque te va a dar mucho más.
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La incomodidad puede ser solo el prólogo de una honra silenciosa.
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Lo suficiente no es el final. Es solo la prueba antes de lo sobreabundante.
No sé cuánto tiempo estaré en esta habitación. Pero sé que lo que representa es más grande que el espacio físico. Representa mi segunda mitad. Representa la libertad de soltar cadenas (esas que tú y yo entendemos, Señor). Representa una promesa callada de que lo mejor… apenas empieza.
Y si me preguntan qué viene ahora, no tengo la respuesta exacta. Solo tengo una pregunta:
¿Qué tienes para mí, Señor?
Y esa pregunta, hoy, tiene eco.